martes, 25 de agosto de 2009

Hombres de acero...

Mi abuelo, autor de un Diccionario Teleológico denominado “Semillas de Reflexión”, solía engrandecer los ánimos de sus interlocutores con una arenga que comenzaba así: “Los hombres, como el buen acero, se forjan con los golpes que reciben en el yunque de la vida” A ello agregaba que “…cuando un hombre cree que ya no puede más... PUEDE 10 VECES MAS” y otras tantas expresiones que entonces no me parecían sustanciales, pero que ahora comienzo a comprender.

Casualmente y revisando unas historias cortas , me topé con una que parece hecha a la medida:

Es la historia de un herrero que se entregó a Dios. Durante muchos años trabajó con ahínco, practicó la caridad, pero, a pesar de toda su dedicación, nada parecía andar bien en su vida, muy por el contrario, sus problemas y sus deudas se acumulaban día a día.

Un amigo se compadeció de sus sufrimientos y expresó su extrañeza de que, sirviendo tan bien a Dios, sufriera tanto. El herrero contestó: "En este taller yo recibo el acero aún sin trabajar, y debo transformarlo en espadas. ¿Sabes tú cómo se hace esto? Primero caliento la chapa de acero a un calor infernal, hasta que se pone al rojo vivo; enseguida, sin ninguna piedad, tomo el martillo más pesado y le aplico varios golpes, hasta que la pieza adquiere la forma deseada; luego la sumerjo en un balde de agua fría, y el taller entero se llena con el ruido y el vapor, porque la pieza estalla y grita a causa del violento cambio de temperatura. Tengo que repetir este proceso hasta obtener la espada perfecta; una sola vez no es suficiente."

El herrero hizo una pausa y continuó: "Sé que Dios me está colocando en el fuego de las aflicciones. Acepto los martillazos que la vida me da, pero la única cosa que pienso es: Dios mío, no desistas, hasta que yo consiga tomar la forma que tú esperas de mí."

Los seres humanos estamos pues insoslayablemente ligados al sufrimiento y este, siendo temporal o definitivo, puede desgarrarnos el alma o sólo rozarla. No creo se trate de un sufrimiento que únicamente pueda ser explicado como fuente de templanza, para sobrellevar la vida en mejores condiciones luego; sino que posee también la cualidad de purificarnos el alma.

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