miércoles, 12 de agosto de 2009

Deseo...

El ruido de la lluvia es ensordecedor, y no puedo dormir por lo que pasa por mi cabeza. Deseé que otra vez nos conociéramos, que me hablaras otra vez como la primera vez, y que me miraras de nuevo como ese día. Cómo podía saber que los deseos no siempre son como uno los quiere. Solo los días nublados me acompañan cuando me acuerdo ti.
Todavía no sé que pasó, porque hay cosas en la vida que uno simplemente no puede entender. Traté durante interminables noches de encontrar el momento en el que me equivoqué contigo, buscando lo que no dije, lo que no dijiste. Te veía como la luna, fría y blanca...
De a poco el dolor pasó, y te fuiste alejando. Sólo volvías en las noches, cuando llovía y te negabas a dejar los rincones de mi estúpida imaginación, de mi insuficiente determinación, y de la falsa pared que había construido para que no te acercaras nunca más. Y con cosas insignificantes te olvidé, te enterré en mi mente. Pero todos sabemos que nada desaparece, que nunca se puede olvidar completamente. Pero yo tampoco te quería olvidar, porque olvidarte sería negar mi ser. Y de pronto, como un golpe por la espalda, te vi otra vez.
¿Tanto puede cambiar alguien con el tiempo? Fue como si nunca me hubieras visto, sentía tu indiferencia como si me golpearas en la cara, pero cuando estaba enfrente tuyo, todo lo que me había hecho tu recuerdo se borró, no podía sentir dolor por nada de lo que hicieras, ni antes ni en ese momento. Y no te culpo por seguir adelante, no me molestó que me alejaras, porque sentí que lo merecía, que esa era tu forma de expresar lo que sentías.
Y no reproché nada de lo que dijiste, lo acepté, pero no sé qué habría pasado si nos hubiéramos encontrado en el lugar donde nos conocimos... Y ahora que llueve, vuelves una vez más, pero esta vez ya te dejé atrás, como un perfecto recuerdo de verano, como un sueño que uno no puede ver claramente, como una imagen difusa en la luna...

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