miércoles, 10 de julio de 2013

Arpía

Había una vez una noble dama de monstruosas proporciones. Aunque en el pasado había sido esbelta, sucedió un incidente que la cambio para siempre...le rompieron el corazón.

Desolada, se entregó a la comida para tapar el vacío que sentía, y a medida que crecía su apetito, también lo hacía su tamaño.

Un día, salió de su mansión para saciar su glotonería, según su costumbre. Le dolían las rodillas debido a su tremendo peso, caminar le suponía un terrible esfuerzo.

Al llegar al mercado cercano vio su fruta favorita en un puesto y se aproximó a toda prisa. Cuando llego, el vendedor se puso en pie y sus ojos se encontraron. Aquel día, en aquel puesto, volvió a enamorarse, a partir de ese momento visito al vendedor a diario.


El amor le hacía sentir un apetito aún mayor, pero incluso mientras comía, empezó a preocuparse por se tamaño "¿Cómo va a amar nadie esta tremenda redondez?" 
Y cuanto más le devoraban las preocupaciones, más comida devoraba ella.

Un día, sin previo aviso, su amor se perdió para siempre...
El vendedor ambulante no aparecía por ninguna parte, al preguntar a sus compañeros de otros puestos, descubrió que se había mudado a una ciudad lejana.
Tremendamente consternada, volvió a su mansión y lloro. Ansiaba verlo, pero su peso excesivo le impedía realizar viajes largos.

Cansada de llorar, oyó una extraña voz y se le apareció un cáliz. "Para que se cumpla tu deseo, debes realizar una ofrenda" 
La voz encendió una llama de esperanza en su corazón y decidió obedecerla. Ofreció su propio cuerpo grasiento.

Su grasienta corpulencia fluyó como el sebo y se transformó en unas poderosas alas. Con una sacudida, se alzó en el cielo como un pájaro.
Llego enseguida a la nueva ciudad de su amado. Una vez allí, decidió espiar desde lo alto, pero no estaba solo. El vendedor estaba casado y vivía feliz con su nueva esposa.

Se quedo contemplando sorprendida. Una vez más, le había roto el corazón. ¿Por qué? . Era lo peor que podía haber imaginado. Pero...se sintió extrañamente impasible.
¿Cómo podía estar tan calmada? "Creía que estaba enamorada de ese hombre. Y sin embargo...nada"

Observo al vendedor desde lejos. Ni su aspecto ni su estado la atraían en lo más mínimo. Pero no podía negar la poderosa chispa de emoción que había sentido la primera vez que se vieron. Entonces se le ocurrió.
No era amor lo que había sentido.

Ciertamente, era un intenso deseo, pero de algo totalmente diferente, a decir verdad, había caído en sus redes al ver si fruta favorita...
"¿No parece delicioso...?" Ansiaba tanto su carne que creía que fue amor.
Mientras el vendedor rogaba por su vida, ella balbuceaba "Vaya, vas a ser un manjar exquisito".

Se lo trago entero. Pero no bastó para saciar su hambre. Procedió a devorar todo lo que poseía, se comió a su mujer, se comió a su ganado, incluso de comió su casa y los muebles.
Tragó y tragó hasta que sintió un agudo dolor en el estómago y se desvaneció.
Estando inconsciente, aquella voz susurró una es más. En lo más profundo de su corazón, grito sintiendo un hambre insaciable. 

"¡MÁS..! ¡Quiero comer MÁS!" 

De nuevo, su carne se fundió y se le abrió en el estómago un gran orificio. Ahora, a través del agujero, podía expulsar de inmediato todo lo que devoraba.
No retenía nada en el estómago, nunca volvería a sentirse llena.


Podía disfrutar con el placer de comer eternamente sin pausa. No podría haber sido más feliz...

Había perdido su humanidad, pero este era un restado apropiado. Se dice que todavía baja la mirada desde el cielo, examinando las tierras en busca de un delicioso hombre sobre el que lanzarse...


1 comentario:

Vania B. dijo...

Esas son las peores arpías: las insaciables.